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«¡Yo acuso...!» (título original en francés «J’accuse…!» pronunciado [ʒaˈkyz]) es el título de un artículo escrito por Émile Zola durante el caso Dreyfus y publicado en el periódico L'Aurore n.º 87 del 13 de enero de 1898, en forma de carta abierta al presidente de la República Francesa, Félix Faure (Émile Zola en el caso Dreyfus).
En 1894, Alfred Dreyfus, oficial de Estado Mayor francés de origen alsaciano y fe judía, acusado injustamente de haber entregado documentos a Alemania, fue condenado a cadena perpetua y enviado a la isla del Diablo, en la Guayana Francesa. Su familia organizó su defensa, y el verdadero traidor fue identificado en noviembre de 1897: El mayor Walsin Esterhazy, reconocido por el teniente coronel Georges Picquart, jefe del servicio de inteligencia militar. Sin embargo, Picquart fue destituido por el Estado Mayor, maniobra destinada a impedir cualquier reanudación judicial del caso. A pesar de todo, el creciente apoyo a Dreyfus obligó al estado mayor del ejército a llevar al mayor Esterhazy ante un consejo de guerra; fue absuelto por unanimidad el 11 de enero de 1898.
Este veredicto escandaloso empuja a Émile Zola a intervenir enérgicamente exponiéndose personalmente a ser procesado ante un tribunal de primera instancia civil y no militar. Al formular acusaciones en la prensa contra diez actores del caso, entre ellos el ministro de la Guerra y el jefe del Estado Mayor del Ejército, el novelista se sabe sometido a la ley del 29 de julio de 1881 sobre la libertad de prensa, que él mismo escribe al final de su texto.
Zola compareció en febrero de 1898. Aunque el presidente del tribunal le prohibió hablar sobre el caso Dreyfus, más de cien testigos consiguieron hablar. Zola fue condenado a la pena máxima y exiliado a Londres. No obstante, el juicio sacó a la luz los defectos de la acusación contra Alfred Dreyfus, lo que dio lugar a la revisión de su caso unos meses más tarde (el juicio de Rennes en 1899, seguido de su indulto inmediato y su rehabilitación por el Tribunal de Casación en 1906).
El artículo de Émile Zola «¡Yo acuso...!» es, por tanto, por su compromiso y por los resultados obtenidos, el símbolo del poder de la prensa al servicio de la defensa de un hombre y de la verdad.